La pandemia Covid-19 está poniendo a prueba la resiliencia de las comunidades de todo el mundo, que sufren sus efectos en distinta medida y esto exacerba las desigualdades actuales y crea otras nuevas. Para ayudar a definir una respuesta a la Covid-19 basada en datos, los miembros de Alliance2015, de la que forma parte Ayuda en Acción, realizaron conjuntamente una encuesta en 25 países, en la que participaron más de 16 000 mujeres, hombres y personas trans/no binarias durante un periodo de dos meses (desde mediados de octubre hasta mediados de diciembre de 2020).
El gran tamaño de la muestra y la distribución de los encuestados, residentes en entornos urbanos, rurales y campamentos, proporciona una base sólida para adaptar y diseñar programas de desarrollo y asistencia humanitaria y evaluar resultados por parte de los miembros de Alliance2015, otras organizaciones de la sociedad civil, el gobierno y los donantes.
La encuesta proporciona información llamativa sobre los efectos de la Covid-19 en la seguridad alimentaria, el agua, el saneamiento, la higiene, la salud, la educación, los ingresos, el endeudamiento y las condiciones psicosociales de los hogares. En el momento de la encuesta, la mayoría de los encuestados conocía las medidas para reducir l a transmisión del Covid-19, como lavarse las manos con frecuencia (87 %) y usar mascarilla (81 %), pero les resultaba muy difícil ponerlas en práctica. Uno de cada cuatro encuestados tenía dificultad para evitar el contacto social (27 %), evitar lugares concurridos (24 %), comprar mascarillas (26 %) o jabón (24 %). Estos problemas eran aún más acusados en el caso de quienes viven en campamentos.
Multi-country research on COVID-19
Si bien las campañas de información han sido eficaces y se han difundido entre gran parte de los encuestados de los 25 países, la puesta en práctica de las medidas recomendadas está muy limitada por la falta de acceso a servicios y productos básicos de higiene (agua, jabón, desinfectante, mascarillas). Vivir y trabajar en condiciones de hacinamiento también impiden a las personas que viven en la pobreza cumplir las normas de distanciamiento físico. A los ocho meses del inicio de la pandemia, resulta sorprendente que el 46 % de las mujeres y el 37 % de los hombres declaren que tanto ellos como sus familias consumen menos alimentos y de menor calidad. Seis de los 9 países con mayor número de encuestados que declaran esta disminución de calidad y cantidad de alimentos consumidos (casi el 80 %) se encuentran en el África subsahariana, donde el alcance del problema del hambre y la deficiencia del desarrollo humano debido al hambre ya se encuentran entre los más altos en el mundo.
Tres cuartas partes de los encuestados indicaron cambios en su capacidad para obtener ingresos debido a las políticas implantadas para controlar la propagación de la Covid-19, de las cuales el 92 % dijo que el cambio había sido negativo. Más de dos tercios (72 %) de los agricultores declararon una reducción de ingresos y la mitad de ellos lo atribuyó a la interrupción del mercado y su incapacidad para vender productos. Los confinamientos y los toques de queda afectaron gravemente a los trabajadores ocasionales, más del 91 % de los que dependen de estos trabajos porque son su principal fuente de ingresos señaló que estas medidas les habían afectado negativamente. Las mujeres dependen en mayor medida que los hombres de las remesas, el apoyo externo, el pequeño comercio y el trabajo ocasional; todos estos sectores se vieron más afectados por las políticas para controlar la propagación del Covid-19 que otros. Incluso entre los trabajadores con un contrato de trabajo formal, el 64 % indicó una reducción de ingresos: el 41 % lo atribuye a los confinamientos, el 31 % afirma que el horario laboral se ha reducido y el 26 % ha perdido el trabajo.
Casi uno de cada siete encuestados indicó que recibió remesas de familiares que viven en otra parte. Más del 80 % dijo que las remesas habían cesado por completo o se habían reducido. Esto sugiere que las repercusiones económicas negativas afectan a una comunidad mucho más amplia, con efectos diferenciados en mujeres, niños y ancianos, que dependen en mayor medida de los flujos de remesas nacionales e internacionales. Más de dos tercios de los encuestados tuvieron que pedir dinero prestado, comprar a crédito o pedir ayuda económica a familiares o vecinos. Asimismo, se observa una alta dependencia de fuentes informales: de los que tomaron prestado, el 61 % lo hizo de amigos y vecinos, el 34 % de familiares y el 11 % de «prestamistas». Más del 38 % de los encuestados declara haber recibido algún tipo de ayuda de agencias externas para afrontar las repercusiones de la Covid-19 y la mayoría (84 %) encontró la asistencia útil y bien orientada.
Un tercio de los encuestados indicó un empeoramiento de su salud en el periodo transcurrido desde el inicio de Covid-19. El 48 % de las mujeres que vive en campamentos señaló un deterioro de su salud y bienestar. Al menos un tercio de los encuestados dijo que había retrasado o anulado las visitas a los centros de salud, o que no había completado el calendario previsto de visitas. Las principales razones de esto fueron el miedo a contraer Covid-19, el alto coste y el tiempo de espera.
SEGUIR LEYENDO